A TPT
Las consultas sobre cómo está Venezuela se suceden
diariamente. ¿Qué pasa por allá? ¿Qué se dice de la situación? ¿Cómo que se
cayó el servicio eléctrico otra vez? En fin, miles de preguntas sobre una
coyuntura que, sin lugar a dudas, deja qué desear, plantea inquietudes, ha
generado migraciones
multitudinarias y muestra que, como el propio presidente Maduro plantea, una necesaria
revisión a fondo del gobierno en una quincena que se inicia el 1 de julio,
con el consabido sentido amenazante que instauró el finado comandante Chávez.
Venezuela es la definición de caos. No desde el punto de
vista popular de la palabra -¡esto es un
caos!- sino desde el más puro sentido caótico que la teoría pueda
proponer. Es decir, todos los elementos que pudieran aglutinar a una estructura molecular,
es decir, hacer que sea algo coherente, están dispersos, como si se le hubiese
disparado a la 'molécula país' una partícula subatómica para desordenarla.
Lorenz plantea que el caos tiene un final abierto, indefinido. Pero, para salir del caos se requiere de un atractor para conformar en torno a un espacio una nueva molécula. Voy
a explicar. Todos conocemos la fórmula química del agua -H2O- y que si
le agregamos una molécula de oxigeno tenemos H2O2, es
decir agua oxigenada. Sabemos que el agua oxigenada es un elemento inestable y
que está esperando que se abra el frasco que la contiene para liberar su oxígeno. Bueno, el
frasco es el atractor, la estructura
que aglutina a esa nueva molécula. Venezuela necesita un atractor, un frasco que le permita unirse.
¿Cómo podría unirse Venezuela? Muy difícil pregunta. La respuesta obvia y primera es con voluntad política, sentido cívico y criterio de país. El chavismo llegó
dividiendo, con esa máxima de ‘divide y vencerás’.
Pero los pueblos no son enemigos a vencer. Son seres humanos conglomerados en
un espacio, un terreno para construir. En consecuencia, lo primero que se debe
hacer desde el poder es desarmar su discurso divisionista. ¿Están dispuestos?
No, por supuesto que no.
El chavismo de Maduro hace aguas, van siete
dirigentes que se le van del gobierno. Se le fue Giordani, que no es ningún
manso cordero, ni si quiera alguien a quien seguir; se desprende del chavismo también
la periodista Vanessa Davies que dijo sus improperios a través de la televisión
del Estado y ahora busca abrazarse a la oposición; los medios de comunicación comprados
por el chavismo despiden a sus periodistas y estos honrosos profesionales ganan
premios de objetividad y manejo de la información; la inflación da cuenta de que las cosas no se
soportan; y, encima se cae el fluido eléctrico en buena parte del país.
Del otro lado está la oposición. Como dicen en España, tres
cuartos de lo mismo. No hay liderazgos claros. No hay sentido de búsqueda de
acercamiento hacia el pueblo chavista. Bueno, razones hay porque lo que ha
recibido la oposición del chavismo es agua caliente, malos modos y cárceles. Así
que, pedirles paz y reconciliación es absurdo.
Por otro lado están los militares. Han vivido como reyes con
el chavismo y, algunos de los disidentes uniformados mostraron de qué temple
estaban hechos en 2002 cuando se escudaron tras las faldas de las señoras
en la Plaza Altamira. ¿Recuerdan? Enardecidos, molestos con el comandante, se
metieron todos en su plaza a que los protegiera el pueblo. Hoy, los nuevos
disidentes de las filas se han sumado a otro
grupo más de la oposición haciendo más compleja las posibilidades de que la
oposición logre articularse, encontrar un atractor.
¿Entonces? Poco qué hacer. O mucho y empezar ya desde el gobierno, con
sinceridad y buena disposición. De lo contrario, poco tiempo de popularidad le
auguro al presidente Maduro. Muy poco.
La otra solución es la gente, su sentido cívico. Un abrazo sostenido sería un buen atractor. Habrá que
esperar a que la gente se abrace, que reconozca que se puede ser un solo
pueblo, que lo son desde siempre, que los políticos lo que han hecho es
destruir la voluntad de una nación, su espíritu de solidaridad y dejo una
vivencia de mediados de los ochenta como ejemplo. En un pueblo de Aragua murió una persona
en una casa. El velorio congregó al pueblo en torno al hogar de los familiares acongojados.
Como es costumbre, los vecinos abrieron sus puertas para colaborar con la
familia en duelo. Sobre el sofá de una de las vecinas se tumbó el ratero del pueblo. La señora de la
casa, viendo que dormía, le tendió una manta y cuando le preguntaron, dijo ‘es
un muchacho y hace frío’. Así es Venezuela. No la que Chávez creó y Maduro
continúa.