A la Dra. Luisa Elena Vegas
Escribir de los entuertos del gobierno de Maduro, de sus
patanerías y altisonancias ya no tiene sentido. Es un gobierno que está
muriendo en su propia inacción, empantanado en una inflación que da grima, con
niveles de inseguridad nunca alcanzados y, con una bravuconería gubernamental
que clama por un poco, aunque sea un poco, de decencia.
Tampoco escribir de la oposición tiene mucho sentido hasta
que no se sientan como una sola, hasta que no asuman que el país o se sienta en la
mesa de diálogo y se ajustan cuentas, o se seguirá en una diatriba imposible de
comprender, insensible y lo que es peor, arrastrando todo el esfuerzo de años al
albañal, porque al garete ya está.
Esta vez, la columna la dedicamos a la Dra.
Luisa Elena Vegas y sus sabias enseñas. Maestra, preclara en la educación venezolana y, sobre todo,
faro luminoso que guía y sigue con sus más de 90 años batallando por sus
educandos como lo ha hecho desde 1945. Dijo en un vídeo hace 6 años: "(...)
nos corresponde actuar, movilizar a la opinión y defender nuestros derechos. La
lucha es ahora cuando comienza y no se maneja con emociones. La meta son los
valores individuales y ciudadanos. El instrumento, la inteligencia”.
Pues sí. El instrumento para esta lucha sin cuartel, para
estas muertes insólitas, para esta hambre de ciudadanía, es la inteligencia. Se
trata de pensar en el otro, en los otros como un colectivo indispensable para
hacer, para ser y para estar en un país.
Venezuela está hambrienta de ciudadanía, de sentido común,
de pensar en que la casa es de todos y los recursos son para todos. Las colas
para abastecerse de alimentos, de todo lo que pueda cada casa, no tienen sentido. Ya se sabe, es vox populi, que si llega aceite a un mercado, no es que se busca una botella que satisfará
las necesidades por mucho más de una semana. Se coge una caja completa, 12
botellas para almacenarlas, por si acaso el día menos pensado no hay más
aceite. Y si mañana se tiene oportunidad de comprar otra caja más, mejor… así a
lo bestia, sin pensar que habrá alguno que no llegue a tiempo a la cola de la
rebatiña y se quede sin nada.
Defender los derechos pasa, como bien apunta en sus
lecciones la Dra. Vegas, por el sentido de lo que nos es común, por el
compromiso con todos. No es que yo destaque por mi viveza y tenga alimentos
guardados bajo la cama para un año. Se trata de compartir y de pensar con sentido
crítico y con sentido de país, de patria, de ciudadano.
Así está Venezuela. Los que están en el poder, los chavistas,
se cogen –agarran– todo lo que pueden. Han ido amasando una colección de dinero y propiedades a lo largo de estos quince años porque saben que cuando dejen el poder no
tendrán más paz. Van así, como quien busca una caja de aceite, acumulando sin
pensar en que las arcas las han ido vaciando por imprudentes en la inversión por
una parte, por despilfarradores por la otra y por corruptos por la tercera.
Un modelo que se repite en toda la escala social. Toda. Nadie
se queda fuera del modelito de la riqueza distribuida a camionadas, en cajas,
en un abuso vergonzoso de lo que es de todos.
En el otro blog que llevamos, escribimos ‘La casa por turnos’.
Unas líneas que reflejan cómo podría ser el sentir de Venezuela si ese país
fuera una casa. Cómo sería la convivencia si los venezolanos tuvieran una sola
casa y la habitaran por turnos. Pues bien, así como la Dra. Vegas nos aconseja
que los valores son los individuales y ciudadanos, habrá que poner el acento en
lo ciudadano, porque en lo individual Venezuela está sobrada, muy sobrada.