El presidente Maduro teme por su vida a cada instante y,
para ayudarse psíquicamente, en esa forma de entender el poder desde la
familiaridad, nombra a su hijo como guardaespaldas mayor, en suma, nepotismo.
Una más de las vías de intentar desviar la atención de los acuciantes problemas
que le crecen por doquier. Ayer sábado el diario El
País, retrataba en las pocas líneas de un editorial la situación en la que
está entrampado. Una herencia de fracasos que ha sumido a Venezuela en la mayor
de las crisis.
La deuda galopante, la inflación desbocada, la delincuencia
desatada –basta ver lo que significó el camión
atascado en la vía y el vandalismo que se produjo inmediatamente al punto de tener
que movilizar a 100 efectivos policiales–, el hambre que se trasluce en estas
pobladas, para ver que lo que se le avecina a Maduro no es precisamente una victoria
electoral en las elecciones a alcaldes del mes de diciembre.
La solución para él es la aprendida de su mentor y
comandante supremo de la revolución, Hugo Chávez. Tapar la inoperancia con
comunicación política, con cortinas de humo que van conformando un imaginario
de persecuciones y conspiraciones desde una oposición que pareciera salida de
una de las primeras películas de James Bond, Dr. NO. Una oposición malévola,
macabra y morbosa, que se regodea, según Maduro, en las flaquezas del gobierno,
en sus debilidades. Lo que no sabe Maduro es que al inventar a cada rato estas
tretas lo que deja traslucir es una política cobarde, llorica y acuseta. Una
política de comunicación que distancia a Venezuela de los mercados, de la
inversión extranjera porque deja al país del Caribe como poco creíble, poca confiable
y, lo que es más lamentable, en una altura cívica que deja poco qué desear.
La carne congelada, la ONU, ElPaís, no son los culpables de
que a Maduro le vayan las cosas mal. El enemigo de Maduro es él mismo, la
herencia de Chávez, la implosión del modelo socialista del Siglo XXI, la deuda
enorme que contrajo Chávez con China, la mayor deuda contraída por Maduro, las
expropiaciones que no se canalizaron hacia la productividad sino hacia la
venganza que satisfizo esos odios manipulados por Chávez a partir de sus
ancestros.
La situación de Venezuela, se mire como se mire, es
desesperanzadora si no se toman las riendas en serio, si no se enrumba al país
hacia la productividad, hacia el empleo. No tomar medidas macroeconómicas que inviten
a que baje la inflación. Sr. Maduro, la coyuntura no se puede tapar con efectos
especiales. La coyuntura y su prospectiva se dibujan todos los días con acciones
de gobierno que energicen al aparato productivo, no que lo mermen. Las acciones
políticas para la transformación social no se enuncian en cadenas de radio y
televisión, se cumplen en las escuelas y hospitales, en la inversión en
seguridad social y ciudadana, en políticas de transformación de la identidad
que vayan más allá del folclore.
Póngase como ejemplo a la ciudad de Dresde y verá que una
piedra, un día, un hombre son la solución a los problemas, mire que el Dr. NO
ya murió dentro de su reactor nuclear hace 50 años.