El resultado de muertes de 2013 es aterrador. Veinticinco
mil muertos que son casi 3 muertos por hora, uno cada 20 minutos, es una cifra
digna del despropósito de gobierno del chavismo. Llevan quince años en el poder
y no han podido ni querido acabar con la violencia, con la indefensión, con las
secuelas de la pobreza que, de endémica, ha minado a un país de balas y tras
cada una de esas balas, un montón de lágrimas.
Venezuela es una mancha roja de tristezas y de podredumbre
social, un espacio en el que la vida no tiene un precio mayor que el de una
bala, ni una justicia superior que no sea la venganza con otra bala por parte
del grupo social al que pertenezca el occiso. Ya es frecuente que cuando a
algún bando le maten a alguno de los suyos, la revancha vaya contra la propia ciudadanía,
toda ella. Miles de motoristas cierran las autopistas y, mientras pasa el
catafalco, los automovilistas son atracados por esos motoristas, así, ante la
mirada impávida de todos porque si alguno se atreve a revelarse, acompañará esa
misma noche al que va en la caja.
Así las cosas. Maduro vocifera bajo su mostacho ennegrecido
jurando futuro de justicia, equidad y paz. Un discurso que hizo Chávez por cada
año nuevo y que ahora el delfín repite aleccionado y a la vez desafiante de
unas cifras que dan parte de una guerra sin cuartel, que cierra puertas y
ventanas, que mantiene en toque de queda a la población, que no deja paz a la
miseria, ni a la riqueza, ni a los opositores, ni a los chavistas, ni a los que
sean del Magallanes o del Caracas[1].
Pero el gobierno del
despropósito, y ahora verá por qué lo llamamos así, hace creer que es una lacra
sembrada, una fórmula que va contra los mismos cimientos del chavismo, que es
una actividad propia de la oposición, de aquellos que no quieren que la
revolución triunfe. Nada más lejos. Nada más imposible de creer. Es un
despropósito cómo se mantienen los policías con un salario de BsF. 5880,00 que
si fuese cierta la economía de mercado que se vive en Venezuela la conversión a
euros estaría cercano a los € 679,40, pero si se hace la conversión a la economía
paralela que se vive en el país suramericano, apenas alcanza los € 100,92. Con
esa realidad, es poco probable que un policía, por muy sensato que sea,
emprenda una cruzada contra la delincuencia porque tiene dos salidas, una venderse
al mejor postor para dejar pasar fechorías y así completar su salario convirtiéndose
en cómplice o, por otro lado, no involucrarse con su labor y así pecar por
omisión.
Por si fuera poco, las
elecciones del pasado 8 de diciembre demostraron que el hartazgo de la gente ya
no cree en las promesas eternas provenientes del más allá. Más de la mitad de
los venezolanos no votaron y, quienes creen que la oposición puede hacer algo,
le dieron la confianza en las grandes ciudades que es donde la delincuencia
campea a sus anchas. Por algo será.
Un muerto cada veinte minutos es el balance que recoge Maduro. Una porquería de logro, una verdadera vergüenza en materia de seguridad ciudadana. Un crecimiento de los serpentinas de alambre con cuchillas, un incremento en el blindaje de vehículos, más alambres electrificados que solo sirven cuando hay luz, muros cada vez más altos, barrotes en las ventanas para que el prisionero sea el ciudadano y no el malhechor, dobles puertas, cámaras de seguridad y, por si acaso, una rezadita para que el santo de turno proteja a los nuestros, ¡Dios mío! (con lágrimas en los ojos) ¡Que no le pase nada a mi muchacho!
[1] Son
equipos de béisbol contrarios. Su tradición es parecida al enfrentamiento entre
el Barça y el Real Madrid.