Chávez debe haber sido un niño
acuseta. De esos insoportables que apuntaban el menor movimiento de sus
compañeros para decir quiénes se habían comportado indisciplinadamente. Sí, un
acuseta porque de todos su males, los del país, del porvenir, el pasado, la
historia conocida y la prehistoria él tiene el dedo dispuesto a acusar a
alguien que no sea él.
Desde que se dijo que está
enfermo de cáncer –seguimos sin saber el tipo, la localización y el pronóstico-
se ha ocupado de mantener con tal celo su enfermedad que ha dado pie, él mismo,
a cualquier cantidad de conjeturas.
Unos creen que es mentira que esté
enfermo. Otros, por el contrario lo hacen cerca de la tumba. Él se ocupa de
pedirle al cielo una oportunidad orando como cada vez que se ha visto en
dificultades, pidiendo perdón para no ver su alma en la quinta paila del
infierno. Así, como ha hecho cada vez que se ve en aprietos, allí es Cristo su
redentor, su salvador, su aliado y amigo. Antes la Iglesia es una manga de
curas que bajo la sotana esconden al propio diablo. ¿Entonces? Pues que es un
acuseta, un asustadizo y un ocultador de información.
Hasta hace nada, Aponte Aponte
era un revolucionario, una pieza clave en el proceso de instaurar la
constitución. Ahora es un criminal. ¿Dirá lo mismo de Diosdado? ¿Maduro? ¿Jaua?
¿Dios le dará la vida que le pide para condenar con su dedo acusador y su
silbato de réferi a quienes le hagan alguna cosa como las denuncias de Aponte
Aponte?
Chávez acusa del mar de rumores
sobre su salud. ¡Pero sí él mismo los ha fomentado al tratarse fuera del
territorio venezolano! ¡Él mismo sale con su twitter a pedir por su salud y no
sabemos cuál es el parte médico! Un mar de rumores va a tener ahora y siempre
porque la información bien tratada no se convierte en rumor, se transmuta en
comunicación.
Tantas horas de televisión se le
han volteado como un bumerán al seductor cantor de Sabaneta. No tiene remedio a
estas alturas explicar qué tipo de cáncer, tratamiento y pronóstico tiene. No
tiene sentido exponerse a las cámaras de TV y demostrar una supuesta mejoría –si
es que está enfermo- jugando “bolas criollas” porque lo que hace es alimentar la
fiabilidad de las imágenes, las hace tendenciosas, poco creíbles, fuera del
contexto del “En vivo y en directo estamos en cadena” al que ha acostumbrado a
sus seguidores y al mundo entero “mismo”.
Acuseta ahora que se le volteó
uno del clan. Acuseta ahora que tiene las cosas difíciles y no sabe cómo
curarse. No tiene tiempo de retractarse una vez que rechazó la ayuda de los
Estados Unidos en 1999 cuando la tragedia de Vargas, ya no tiene oportunidad de
irse a curar en otras fronteras que no sean las cubanas.
Cuando más necesita de
la salvación eterna, allí sí son valiosas las oraciones, los curas, los
santeros y las imágenes. No como hicieran sus acólitos con el cadáver del arzobispo
cardenal Antonio Ignacio Velasco García en julio de 2003 que por cierto, se murió
de cáncer y estuvo al frente de su acción pastoral hasta el final de sus días sin
aspavientos ni miramientos hacia sí mismo, cumpliendo con su canal de TV,
haciendo lo que se le había encomendado desde las más altas esferas de la
Iglesia.
Sí, un mar de rumores ha
levantado desde hace casi un año con esta enfermedad y tratamiento. Y lo
seguirá haciendo… es parte de su estrategia de comunicaciones que se hable,
aunque sea mal, pero que se hable, así que cuídese, repito desde esta tribuna nuevamente, cuídese mucho, que somos muchos los que queremos verlo sentado en el banquillo del tribunal de La Haya, ahí el acusado será usted.